La vecina de Alan le pide que cuide por una tarde a su travieso perro, que ha mordido a sus parientes en más de una ocasión. Todo va bien… hasta que llega la hora del paseo. Fritz tira de Alan por la calle hasta toparse con un letrero que tiene una gran advertencia: “Prohibida la entrada a los perros”. Por supuesto, esto no le importa a Fritz y, cuando pesca a Alan distraído, se suelta del collar y corre hacia adentro de la casa. Lo que no saben es que acaban de entrar a la morada de un viejo mago.
Fritz y Alan tendrán que enfrentar las consecuencias de haber entrado a su jardín mágico…
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